Pedro (56) tenía una pequeña imprenta; al oficio de imprentero lo había aprendido de su abuelo. Lo acompañaba en sus tareas su esposa, María Cenador (51). A ella le decían "Nené" y también provenía de una familia dedicada al rubro. El matrimonio tenía tres hijos: Marta, Silvia y Jorge. Silvia (26) era estudiante universitaria y enseñaba en dos escuelas. Jorge (25), empleado público, cursaba una carrera en la UTN. Hacía poco se había casado con Azucena Bermejo (23). La joven, oriunda de Salamanca (España), era profesora de Geografía y estaba embarazada de cuatro meses. "Quiero hablar de mis padres y hermanos". Con ese preámbulo, inició ayer Marta Rondoletto su declaración frente al Tribunal Oral Federal en el contexto de la megacausa "Arsenales II-Jefatura II". La periodista y reconocida militante de Derechos Humanos es la única sobreviviente de su familia. Pedro, María, Silvia, Jorge y Azucena fueron secuestrados el 2 de noviembre de 1976 y permanecen desaparecidos. También el bebé, que habría nacido en cautiverio.
En esa fecha, Marta estaba en Buenos Aires junto a su esposo. Tras describir a sus familiares con las palabras de las primeras líneas de esta crónica, recordó también que ella, sus hermanos y su nuera militaban en la Juventud Peronista y que tenían participación política en la Universidad. También relacionó lo ocurrido con su actividad en el gremio de prensa y con que tanto ella como su esposo habían sido cesanteados de Canal 10. "Nuestras actividades eran públicas", remarcó.
Fundamentó por qué su caso es paradigmático: por la cantidad de familiares secuestrados juntos, por la magnitud del operativo y porque este se hizo a plena luz del día (14.30). Marta explicó luego que gracias a testimonios de víctimas y ex gendarmes pudo reconstruir qué ocurrió con sus seres queridos.
Jefatura y Arsenal
Eustaquio Gramajo (81) era socio de Pedro en la imprenta de San Lorenzo 1.666 (allí vivían los Rondoletto). Fue el primer testigo de la jornada. Conmovido, interrumpió su relato por las lágrimas.
"Entraron todos encapuchados, le agarraron el brazo a mi amigo Pedro y se lo llevaron adentro. Se escuchaban llantos. Preguntaban por Marta. Lo último que les escuché decir fue '¡No nos maten!' y '¿Adónde nos llevan?'", recordó. A él le dieron 24 horas para desarmar la imprenta, bajo amenazas. Marta, finalmente, completó la escena. Supo por vecinos que los cinco fueron llevados en dos autos; que el tránsito estuvo cortado; que las fuerzas de seguridad tomaron casas de vecinos y que la casa quedó con custodia. "Se llevaron todo", lamentó. La mujer afirmó que también se apropiaron de dos autos como "botín de guerra".
Junto a familiares, emprendió gestiones en la Justicia y en organismos internacionales. Criticó que no se haya dado curso a los recursos de hábeas corpus.
Recién en democracia, Marta pudo conocer que su familia pasó por la Jefatura y el Arsenal, los dos centros de detención y exterminio investigados.
Estrujando un pañuelo, se refirió a la declaración del ex gendarme Antonio Cruz sobre el fusilamiento de su padre y de su hermano Jorge en el Arsenal. "El coronel (Mario) Caffarena hizo que les quitaran las esposas y le ordenó a Barraza (un imputado de nombre Celso lleva ese apellido) que dispare. Mi padre quedó vivo y el propio Cruz lo advirtió, pero no dejaron rematarlo en el pozo. Nos da una pauta del tratamiento que recibieron", sollozó. También pudo saber, por una víctima, que su mamá contuvo a las detenidas nuevas como si fueran sus hijas.
"(Los represores) se equivocaron. Lo único que lograron con las desapariciones forzadas es que ellos estén más presentes que nunca. Como familiares, seguimos buscando Justicia", reflexionó mientras en la sala se levantaban imágenes de los desaparecidos. Luego, sacó una foto familiar de una carpeta que tenía sobre las piernas. "Esta es mi familia; no nos han vencido", expresó frente a los imputados.